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10 de septiembre de 2013

#166





El verano se va, se esfuma en los recuerdos. Intentas atraparlo con los dedos pero es imposible. Tanto tiempo esperándolo y tan pronto huye. Se escapa como la arena entre tus dedos. Te detienes en mitad de una carretera, sin rumbo, miras hacia todos los lados, te encuentras perdida sin saber dónde ir y gritas. Ahogas tus fuerzas en tus gritos en el vacío. Caes de rodillas al suelo y lloras sin descanso y mientras… ¿Mientras? El mundo sigue con su vida, no se detiene y ahí estás tú ahí, en mitad de la nada, desgarrada por dentro como si el paso del tiempo se tratase de navajazos. En la vida nada permanece, todo huye. Recuerdas cada momento que guardas en tu memoria desde que tuviste uso de razón: recuerdas aquel vestido que tanto te encantaba, aquel amigo con el que te enfadabas porque te decía que los reyes no existían o aquel tiempo en el que creías que las personas que querías no iban a irse nunca de tu lado. En ese momento, rompes a llorar una vez más y ahí te quedas porque sigues siendo la misma niña con miedo que necesita que le tiendan la mano para salir adelante.

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