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17 de julio de 2012

Fuera de combate.

Las cosas están así. La vida pasa apresuradamente, y yo la veo pasar sentada desde aquel banco de la esquina. El café se hiela entre mis manos, el café doble, el que le pedí a aquel camarero. Ante mis ojos los coches pasan, las personas caminan apresuradamente y en cambio, pese al paso de los segundos, al tic-tac del reloj, yo sigo igual. Sin moverme,sin mediar palabra,intacta . Y de pronto sonrío, he huido. Ya da igual el daño que me han echo, las lágrimas que se han ahogado en mi alma, el desgarro de mi estómago y la falta de oxígeno que ha tenido que soportar mi frágil corazón. Estoy en medio de la nada, no hay nadie al que le deba nada, no dependo de nadie. Si quisiese podría echar a correr por las grandes manzanas de la ciudad, podía entrar en aquellos bares donde la gente ahoga sus lágrimas y sus risas, en aquellos lugares donde las chicas bonitas eran el centro de la atención, incluso en los lugares donde la droga abundaba. Pero aunque no lo pareciese, me sentía feliz. Libre como los pájaros que veía desde mi ventana cada noche antes de dormir. Esos que volaban libremente,alto,sin miedo a nada... Y yo sonrío, esa sensación única me hacia sentir una adrenalina más increíble que todos los efectos de la cocaína  podía producir. Ese éxtasis solo lo podía producir la sensación de libertad, de poder ser como soy:insensata, inoportuna,tonta,testaruda,ilusa… Ahí está, que pare el mundo que ahí voy

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