
Le miré de reojo mientras una sonrisa se dibujaba en mis labios. Allí estaba, frenética, con sus enormes ojos azabache ilusionados, su sonrisa nerviosa capaz de iluminar un firmamento y esas mejillas ruborizadas. Por un momento imaginé como sería besar aquellos labios rosados, como sería sentir su respiración entrar en contacto con mis boca hambrienta de ella. Cerré los ojos un poco más fuerte y juro que pude sentir un enorme escalofrío que recorría mi cuerpo con la fuerza de un rayo, noté como me ruborizaba y abrí los ojos, así, de repente y la vi. La vi tan preciosa como siempre, reía sin parar mientras uno de los mechones de su cabello se deslizaba para terminar en sus mejillas y a continuación, con sus delicadas manos, empujaba su mechón hacia detrás de su oreja para así dejar libre su mirada. Puede que todo el mundo se hubiese advertido de que estaba en mitad de la cafetería, de pie, mirándola, sin moverme,como una estatúa...quizás el murmullo de la gente era debido a los comentarios que estaban haciendo sobre mí, pero me daba igual porque ese murmullo no lo podía llegar a percibir después de escuchar esa risa, esa preciosa carcajada que me daba la vida.

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