Tumbada sobre la arena.
Arena fina y blanca. Escuchando las olas del mar.Estan tan cerca que parece
como si en mi oreja estuviese mi caracola favorita, esa con la que aprendí que
con ella se puede escuchar el mar.Y ahora estoy tumbada, sin hacer nada, sin decir
nada. Con los ojos cerrados, con los puños aferrados. Pensando en las cosas que
me dijiste aquel día.En las cosas que no dijimos. En que hubiese pasado si
hubiese dicho lo que sentía. En el que hubiese sucedido si él hubiese dicho lo
que pensaba. Una lágrima, un abrazo, un adiós. Dos almas idénticas perdidas en
un mundo de insensatez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario