Las cosas están así. La vida pasa
apresuradamente, y yo la veo pasar sentada desde aquel banco de la esquina. El
café se hiela entre mis manos, el café doble, el que le pedí a aquel camarero.
Ante mis ojos los coches pasan, las personas caminan apresuradamente y en
cambio, pese al paso de los segundos, al tic-tac del reloj, yo sigo igual. Sin
moverme,sin mediar palabra,intacta . Y de pronto sonrío, he huido. Ya da igual el daño que me han echo, las lágrimas que se han ahogado en mi
alma, el desgarro de mi estómago y la falta de oxígeno que ha tenido que
soportar mi frágil corazón. Estoy en medio de la nada, no hay nadie al que le
deba nada, no dependo de nadie. Si quisiese podría echar a correr por las
grandes manzanas de la ciudad, podía entrar en aquellos bares donde la gente
ahoga sus lágrimas y sus risas, en aquellos lugares donde las chicas bonitas
eran el centro de la atención, incluso en los lugares donde la droga abundaba.
Pero aunque no lo pareciese, me sentía feliz. Libre como los pájaros que veía
desde mi ventana cada noche antes de dormir. Esos que volaban libremente,alto,sin
miedo a nada... Y yo sonrío, esa sensación única me hacia sentir una adrenalina
más increíble que todos los efectos de la cocaína podía producir. Ese éxtasis
solo lo podía producir la sensación de libertad, de poder ser como soy:insensata,
inoportuna,tonta,testaruda,ilusa… Ahí está, que pare el mundo que
ahí voy
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